La llegada de la pandemia, con sus respectivos protocolos para el cuidado, nos regaló una irónica imagen posible de ver en cualquier esquina de la provincia, que es la de un motociclista usando barbijo y no casco. Nunca fue costumbre y siempre estuvo ausente la fiscalización del uso del casco por parte de las autoridades, pero resulta hoy gracioso ver la relativa importancia con respecto a la vida por parte de los motociclistas. Más irrisoria es esta imagen cuando vemos situaciones más extravagantes, como la ocupación de 5 (cinco) personas en el vehículo, la falta de luces, la falta de conducta al conducir, y están hasta los que llevan el casco pero en el brazo o ¡en la frente! Ah, pero eso sí, el barbijo no falta. Todas estas cuestiones de inseguridad vial se extienden también a otro tipo de rodados, entonces queda en evidencia que el problema está más abajo. No creo que la cuestión sea la falta de recursos o mecanismos para el control de normas básicas de seguridad vial, puesto que otras instituciones lograron implementar relativamente bien el uso obligatorio del barbijo a base de una buena concientización y fiscalización. Queda entonces para la reflexión: ¿cuál es la importancia que se le da a la vida? ¿Qué pasa con las autoridades que hacen la vista gorda a estas cuestiones? ¿Es necesario el control estricto de las normas de seguridad vial para que se tome conciencia de la importancia que tienen?

Franco González

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